martes, 20 de octubre de 2009

La triste realidad...

Primero fue Santiago, días después fue Gonzálo. El primero fue asesiando en su casa y murió en brazos de su madre, al segundo lo mataron delante de su esposa embarazada y su hijo de 2 años. Santiago tenía 18 años, Gonzálo 30.
Lamentablemente ellos son 2 personas más de la larga lista de muertos en intentos de robo, que ocurren en la Argentina. Nos hemos "acostumbrado" a escuchar historias sobre hechos violentos que tiene este trágico final.
Las estadísticas oficiales indican que el 22% de los homicidios en el país ocurren en ocasión de robo. Pero lo cierto es que a las familias de Gonzálo y Santiago de nada les sirve contarles que ahora ellos forman parte de ese porcentaje.
En declaraciones a los medios, tanto la madre de Santiago como la esposa de Gonzálo, reclamaron JUSTICIA y que de una vez por todas los Derechos Humanos amparen a las víctimas y no a los victimarios. Ambas coincidieron también en que si tuvieran frente a ellas a los asesinos los matarían; mientras el suegro de Gonzálo se manifestó abiertamente a favor de la pena de muerte para asesinos y violadores...
Una vez más se abre el debate sobre qué es lo que conviene hacer con los asesinos que día a día destruyen familias en nuestro país. Hay muchas dudas y pocas certezas, pero una de ellas, tal vez la más clara, es que la violencia se multiplica sin fin y frente a ella, mirando de reojo, el ESTADO INOPERANTE.

2 comentarios:

  1. Nunca estuve en una situacion asi de fea y triste...pero la pena de muerte, a mi forma de entender, no es la solucion, ni mucho menos. Volver miles de años atras en materia de justicia seria mas terrible para todos. Aunque esta justicia signifique esperar unos cuantos años...

    Che, poneme cosas alegres en el blo'!
    Pa ver desgracias lo tengo a TN. (Salvo que este desaparezca :P)

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  2. Ajá... encontré lo siguiente:
    "(...) la justicia no toma sobre sí públicamente la parte de violencia vinculada a su ejercicio. Si mata, ella también, o si hiere, no es ya la glorificación de su fuerza, es un elemento de sí misma al que no tiene más remedio que tolerar, pero del que le es difícil valerse."

    (Foucault, Michel; 'Vigilar y castigar; Nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores; Argentina. 2002.Pág. 17).

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