viernes, 2 de octubre de 2009

"...No queda más que viento..."


Cuando colgó el teléfono se dio cuenta de que todo había terminado, de una vez y para siempre… Aunque pareciera una frase hecha, era la cruda realidad de la que ahora formaba parte sin quererlo y por obligación.
Se dirigió hasta la cocina para tomar agua, como si así pudiera pasar ese trago amargo, y pensó que el pescado y los tomates (que formarían parte de la cena) ahora podían pudrirse en la basura… como todo lo que estaba a su alrededor… porque ya nada parecía tener un sentido aparente para seguir luchando.
Se recostó en el inmenso y mullido sillón de la sala, cerró los ojos con fuerza intentando que todo fuera una pesadilla de la que luego uno despierta. Y se imaginó corriendo una carrera, en la que al final tenía que saltar un gran muro de piedra, para encontrarse del otro lado con el mar azul, profundo y libre… Libertad. Eso era lo que necesitaba para seguir, una correntada de libertad que transporte su cuerpo hacia algún lugar lejano donde poder comenzar de nuevo, sin necesidad de estar explicando a los demás el por qué de sus lágrimas o sus sonrisas.
Pero lamentablemente tenía que abrir los ojos una vez más para chocarse con el duro paredón de la soledad, que para colmo estaba lleno de espinas que atravesaban su corazón como las garras de un tigre maldito… Entonces se acercó a la chimenea y miró cómo el fuego se consumía lentamente, al igual que todo lo que había construido: sus sueños, sus ilusiones, sus ganas de vivir… Y una vez más se encontró con la tristeza de saber que el tiempo pasaba ahora muy rápidamente y poco quedaba ya por hacer, que la espera se hace interminable cuando se esta lejos de lo que uno quiere y anhela; y aunque te digan que la paciencia es la solución, en momentos como ese, la paciencia no es más que un vacío inmenso y peligroso.
Caminó hasta la ventana, quería pararse en el balcón a observar el amarillo paisaje otoñal: allí vio cómo la calle estaba cubierta de una inmensa capa de hojas y que los chicos jugaban con ellas haciendo suaves chasquidos en esa fría tarde, mientras el sol de abril se ocultaba en el horizonte. Entonces se preguntó si volvería a salir mañana, si Dios le daría la fortaleza para soportar el abandono y la desilusión y si todas esas lágrimas tenían un sentido profundo y valían la pena…
La verdad es que las respuestas parecían no estar cercanas, por eso decidió (más por obligación que por convicción propia) que la vida sigue, porque afuera el tiempo no se había detenido, si no que corría vertiginosamente…
En ese momento prendió la radio, para intentar distraerse con un poco de música y escuchó una canción que en una de sus estrofas decía: “…no queda más que viento…” y sí… era verdad, era la única certeza que tenía: no le quedaba más que un viento frío y seco que se había llevado todo… sólo quedaba esperar qué tenía para traerle.

2 comentarios:

  1. Seguramente que "el viento".. le va a traer algo mucho mejor y que inunde de alegría su vida. :)!

    Muy lindo Paaau!

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  2. Fa... todo metáfora lo tuyo Lucrecia :P
    Esas hermosas frases que larga el flaco Spinetta che. ¡Qué vengan más relatos! becho.

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